viernes, 12 de julio de 2013

#9

Miró a la calle. Estaba lloviendo y la vi, tan melancólica.
—¿Qué te ocurre, Lexy?
—¿Volveré a probar lo que es eso?
Había llegado hace poco, nadie se habitúa ser el Cupido de todo el mundo, a ver como las flechas que lanzas se convierten en preciosas historias de amor pero es tu cometido cuando acabas como la Julieta de Shakespeare. Las gentes que se han suicidado por amor suelen acabar haciendo de Cupido. ¡Qué irónico todo!
—Nadie lo sabe.
Últimamente empezaban a despedir Cupidos y no porque haya crisis sino porque somos demasiados. Yo hace unos 400 años que no veo a Cleopatra. Quizá fue enviada a donde fuera que nos envían después de esto.
El caso es que Lexy había llegado hacía demasiado poco. Llevaba una camiseta de tirantes blanca, unos pantalones cortos un poco por encima de la rodilla y unas botas militares. Al poco de llegar, le empezaron a crecer las alas.
—Me pica la espalda.
—No te rasques.
—¿Por qué?
—Tus alas empiezan a emanar —la miré con cara seria—. Si ellas no emanan nunca podrás ser Cupido y jubilarte.
El caso es que un día, estando de caza, se rascó tanto que la punta de una pluma emanó.
—Mira —dijo mostrándome la pluma cubierta de sangre.
—Una pluma de tus alas —respondí mirándola y añadí—. No vuelvas a rascarte. Déjalas que florezcan.
Asintió. Un par de días después tenía dos pequeñas alas a la espalda. Eran unas alas muy bellas, como lo fueron las mías en su día.
—B.
—Dime —respondí mientras hacíamos las flechas.
—¿No te gustaría sentirlo de nuevo?
—Claro que no, Lexy —respondí. Me instó a que explicase mi negativa—. Sencillamente, mientras fui humana me rechazaron. ¿Cómo crees que acabé aquí? Estoy cumpliendo la peor cadena perpetua de la historia.
—Tienes razón. No mola mucho el crear parejas mientras tú no has tenido ninguna que disfrutar.
—¿Y tú por qué lo hiciste si te gustaba tanto?
—Porque, en aquel entonces, jugaban conmigo.
No podía imaginar a nadie jugando con una chica tan guapa. Conmigo era fácil porque me hacía ilusiones, porque era un chica fácil que le encantaba amar pero que nunca fue correspondida por razones físicas. Pero ella con su delgadez, con sus perfecciones mejores que las mías...
—Mejor no hablar de ello —respondió ella.
—Imagino.
La enseñé todo lo que debía hacer. Aprender a lanzar las flechas y no fallar, a saber dónde es el mejor sitio donde crear parejas, saber qué flechas sirven para una relación larga y cuáles para una relación de una noche. Y cuando aprendió, la dejé de caza a ella sola. Tenía su distrito, colindante al mío, el cual me costó mucho conseguir.
Siempre que yo no tenía mucho que hacer la vigilaba. Había trabado con ella una amistad rara que nunca había hecho con ninguna anterior a ella y eso hacía que me preocupase más de la cuenta.
Meses después de conseguir su distrito, empezó a actuar de forma rara, paseaba por las calles de su trozo de Londres sin tareas que hacer, no le preocupaba nada. Por las noches se dedicaba a rondar por una cafetería y empecé a notar una predilección por un humano. Se sentaba frente a él, le miraba a los ojos y sonreía.
No dije nada porque sabía que si yo me enteraba, tendría que decírselo al superior.
Lo que menos me imaginaba es que desembocaría en esto.
Lexy empezó realizar su trabajo pero sin nunca flechar al chico ese. Siempre era lo mismo, paseaba entre las discotecas regalando puñaladas de amor de una sola noche y luego, a las 9 volvía a la cafetería donde aquel muchacho pasaba la gran mayoría de sus horas. Tanto empecé a preocuparme por Lexy que descuidé mi distrito.
—B, nunca te había pasado esto. ¿Qué ocurre?
Miré al superior y sonreí.
—Una mala racha.
—Si necesitas ayuda, pídesela a Lexy o a V.
Él sabía que nunca lo haría pero Eros siempre es insistente. Llegué a mis distrito y me puse a trabajar.
Solamente vigilaré a Lexy por la noche.
Mi determinación nunca llegó a buen puerto. Vi como el estado de Lexy iba empeorando y lo vi con toda certeza, el amor la estaba llegando. Que yo supiera, nunca había pasado. Pero no lo sabía con seguridad. Empecé a pensar en decírselo a Eros, que quizá podría ayudarla pero no me di cuenta de su verdadero estado y una noche, nos encontramos.
—Quizá vuelva a sentirlo —dijo con alegría en el tono de voz.
Esa misma noche, Lexy se clavó a sí misma una flecha de amor, amor de verdad. ¿Qué hice? Llamé la atención del chico antes de que nadie más se diese cuenta, quité las alas a Lexy y él la vio. Supe que se había enamorado de ella por la flecha que ella se había clavado a sí misma.
—Eres un ángel.
—Y tú el mío.
Desde ese día, envidié a Lexy. Pero esas cosas solo les pasan a las guapas, me repito siempre a mí misma. Ahora yo ocupo mi distrito y el de Lexy y la veo feliz, recorriendo el barrio de la mano de aquel chico.
—Bullet.
—Dime, Violence.
—No les envidies.
—Sí lo hago. Lo he vivido de cerca y sé cuanto sufrió y durante cuánto tiempo.
—Bullet, nadie haría eso que hiciste por ella.
—Quizá —respondo con un hilo de voz triste—. Pero llevo demasiados años en esto. Ya no me enamoraré.
—B.
—¿Sí, jefe?
—Tendrás una nueva aprendiz.
—Claro.
Todo empieza de nuevo. Una nueva aprendiz, nuevo nombre, nuevas pintas. Viejos consejos, viejas enseñanzas, viejas regañinas. Nova sperentia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado, si quieres comentarme qué es de tu vida.
¡Comenta!