martes, 1 de marzo de 2016

Capítulo 130

Buenas noches, amigos.

El jueves no escribí nada, lo sé; pero juro que no fue mi culpa. Pillé la gripe.

El jueves, después del hospital, iba tiritando de frío hasta la parada del bus; normal que tiritase en ese momento ya que la temperatura era bastante baja pero no bajo cero. No penséis que hacía un frío polar. Lo extraño fue cuando subí al bus y no dejé de tiritar, con la calefacción a casi 20 grados lo llevaba el conductor. El camino a mi casa un enorme suplicio, sin dejar de quejarme y temblar; la gente me mirase como si fuera una drogadicta con mono.
Por fin llego a casa, le suplico a mi abuela que me haga leche caliente con miel y me pongo el termómetro. ¡Tenía 39º de fiebre! Ya comprendéis porque no escribí. ¡Imaginaros la entrada tan estrambótica que hubiese escrito si hubiese tenido alguna gana de escribir algo!
Sin embargo, me tomé mi leche con miel junto con un antigripal y a la cama que me metí, bajo mis sábanas de franela, que se suponen que calientan, pero yo seguía temblando de puro frío. Una noche fatal, despertándome a unas horas raras, sin descansar.

Al abrir los ojos el viernes, no es fuese mucho mejor, la temperatura me había bajado, claro; pero seguía teniendo bastante fiebre, así que nada de ir al hospital; avisé a la madre de David y me volví a dormir. A mediodía, mi madre me despertó para comer pero yo no quería nada. Así que me tomé el antigripal y media vuelta en la cama; a soñar cosas extrañas.
Y así fue todo mi fin de semana.



El lunes no ha sido tan malo como esperaba que fuese.
La yaya no se ha portado tan fatalmente, aunque sigue teniendo ciertos arranques de niña pequeña y caprichosa, pero al menos me ha dejado leer, que ya es un avance. También he intentado que andase un poco con el andador pero prácticamente no tenía fuerza ni ganas así que...

Pero hoy no me apetece hablar sobre el hospital, sino sobre cosas que he sentido hoy.

Antes de llegar a las puertas grandes de entrada a éste, hay varios prados cercados y en ellos hay caballos. Suelo llevarles pan que sobra en mi casa, pan duro de toda la semana (si queréis ayudar aportando vuestro propio pan duro y sois de Madrid, podéis traerme las bolsas con el pan a Moncloa), y casi ningún día consigo dar de comer a ninguno ya que no se acercan a las vallas, pero silbando una canción que estaba escuchando, he conseguido atraer a uno que ha estado comiendo de mi mano. Sé que parece una gilipollez sin embargo me he sentido maravillosa, tocando y acariciando al animal mientras el ronchaba el pan; he sentido una especie de conexión que no me pasa nada más que con los animales.



Entonces me he puesto a pensar en si tuviera dinero, poder montar un hogar para animales abandonados; animales de todos los tipos, tamaños, colores... Todos serían bienvenidos y educados. Mientras echaba a andar, me he imaginado en una casita de piedra, las típicas de los pueblos, con hectáreas a mi alrededor para que nadie pudiese construir; detrás de la casa, o al lado, un pequeño huerto para cultivar hortalizas; y más allá unas caballerizas, casas para perros y otros animales. Por supuesto, no serían jaulas, serían sencillamente casas como las que hay en los jardines de los chalés para tener al perro.
Un montón de sueños para los que no tengo accesibilidad ninguna.

Pero, lo mejor, ha llegado cuando he salido. En las zonas de los prados que os digo, no hay luz y se podía ver un cielo totalmente estrellado y, de pronto, he deseado vivir en un lugar así, donde se puedan ver las estrellas sin problemas.


Ahora tengo una pregunta para vosotros, los lectores de este blog, ¿nunca habéis sentido que ésta no es vuestra época? Y lo explico.
Porque yo, mirando todo lo que explico anteriormente, siento que quisiera volver a una época mejor, donde el ser humano no estaba tan avanzado ni tan alienado en toda su tecnología. En una época donde podías cabalgar mientras las estrellas te acompañaban en tu camino, sin más luz que la da la luna; a veces pienso que la humanidad se está echando a perder con tanta tecnología, tanto avance. Sé que suena raro de alguien que tiene un blog, que escribe para la gente allende los mares de la información; pero pienso que nos gusta tanto los libros y demás productos de fantasía no sólo por las aventuras, sino porque, de alguna manera, los personajes están más unidos a la naturaleza que nosotros.
Quiero pensar que hay algún internauta que piensa lo mismo que yo, o parecido. Que sienta que podría meterse en un libro (o varios) de fantasía y no querer volver a salir de ahí.

Espero que para mañana tenga algún tipo de respuesta.

Agur.

3 comentarios:

  1. Pienso exactamente igual que tu. Me alegra ver que queda gente con estos pensamiento relacionados con la naturaleza. P.D. Estoy enganchada a tu Blog. Un saludo.

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    Respuestas
    1. Gracias, Anon. Eres muy amable por comentar. Yo también me alegro de que no todo el mundo piense que nuestro avances tecnológicos son lo más. Ojalá hubiera más gente que enseñase a los niños a amar lo que tienen alrededor y no lo que hay en una pantalla.
      Gracias de nuevo por el comentario.

      Un beso.

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    2. Gracias, Anon. Eres muy amable por comentar. Yo también me alegro de que no todo el mundo piense que nuestro avances tecnológicos son lo más. Ojalá hubiera más gente que enseñase a los niños a amar lo que tienen alrededor y no lo que hay en una pantalla.
      Gracias de nuevo por el comentario.

      Un beso.

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